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19 de agosto, DÍA DE LA AYUDA HUMANITARIA: No a la criminalización de la solidaridad

En el día de la Ayuda Humanitaria las organizaciones Solidary Wheels y No Name Kitchen denunciamos la criminalización de la solidaridad y la utilización política de la llamada “ayuda humanitaria”.


Ambas entidades, defensoras de los Derechos Humanos de las personas que se encuentran en lugares fronterizos hacen un llamamiento al ejercicio de la solidaridad en defensa de todas las personas que sufren una vulneración de sus derechos.

Hoy hace 12 años la Asamblea de Naciones Unidas decretó el 19 de agosto como día de la Ayuda Humanitaria para recordar a los 22 trabajadores de ayuda humanitaria que murieron el 19/08/2003 al caer una bomba en el hotel en Bagdad en el que se hospedaban. Mediante esta resolución se pretendía aumentar la conciencia en la población sobre las actividades de asistencia humanitaria en el mundo.


Sin embargo, Solidary Wheels y No Name Kitchen, en terreno en Grecia, Serbia, Croacia y Melilla, denuncian la doble cara de la ayuda humanitaria con el aumento alarmante de la utilización mediática y política de la ayuda humanitaria así como de la criminalización de la solidaridad de las personas defensoras de los derechos humanos.


Uno de los casos más conocidos recientemente en España de criminalización de la solidaridad es el de la activista Helena Maleno a quién la Fiscalía española quiso condenar a cadena perpetua, a través de su denuncia ante las autoridades marroquíes por posible tráfico de personas, por el sólo hecho de comunicar a salvamento marítimo de manera constante la situación de emergencia de las pateras que se encontraban a la deriva en el mar Mediterráneo. Todo ello a pesar de que Obiora Chabíanedu Okafor, Experta Independiente sobre Derechos Humanos y Solidaridad Internacional de Naciones Unidas, en su informe presentado en el Consejo de Derechos Humanos el año 2019, mencionó de forma rotunda la obligación de los Estados y de las personas de rescatar vidas en el mar así como de conducirlos al puerto seguro más cercano.


Menos conocidos, y de menor gravedad, pero sí constantes son los casos en que el gobierno croata señala a la organización No Name Kitchen como “la que trae a los inmigrantes a Europa de manera ilegal”, cuando es esta entidad la que asiste con comida y bienes básicos y necesarios a los y las migrantes y refugiados que están atrapados en Bosnia y Herzegovina y en Serbia, maltratados por el sistema fronterizo que les deniega vías seguras y legales para pedir asilo o emigrar de forma legal.


El ataque que sufren las personas defensoras de derechos humanos ha sido denunciada por múltiples entidades y hasta el Relator Especial sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Michel Forst, en el informe presentado ante el Consejo de Derechos Humanos en 2018 revisó la situación de las personas que actúan en defensa de los derechos de los migrantes y refugiados y llamó la atención sobre “la difícil situación de quienes actúan en solidaridad con estas personas y que buscan promover y luchar por la protección de sus derechos”. También pidió a todos los Estados que promuevan los derechos de los defensores de las personas en movimiento y que aborden los desafíos que enfrentan.


De otro lado, Solidary Wheels y No Name Kitchen muestran su rechazo ante el uso político de la ayuda humanitaria por parte de los Estados. En días señalados como el de hoy se hace necesaria la reflexión colectiva sobre las políticas humanitarias de los últimos años, que cada vez más utilizan el sufrimiento humano como única justificación de las prácticas de asistencia, obviando otro tipo de situaciones, menos urgentes pero igualmente graves. Así por ejemplo la situación de los jóvenes que migran solos se ha normalizado en todas las fronteras y el incumplimiento de todas las normativas que velan por el interés jurídico del menor son más que evidentes.


Como bien ha descrito el antropólogo, sociólogo, médico y profesor de ciencias sociales en la Universidad de Princeton, Didier Fassin, “la elección de otorgar o no una ayuda social, inscrita en mecanismos técnicos a través de los cuales se busca darle objetividad, funciona como un proceso de subjetivación impuesto a los pobres en el cual éstos se construyen como sujetos de asistencia, al mismo tiempo que da cuenta de la exposición del sufrimiento como un nuevo recurso de apelación a la voluntad del Estado”.

Y es que cada vez más se utiliza el grado de sufrimiento como el único detonante para hacer cumplir con la legislación relativa a los derechos humanos. Uno tiene que demostrar que está muy enfermo, o que ha vivido situaciones gravísimas para poder ejercer el derecho que tiene a recibir lo que por ley le corresponde.

Esto conlleva que, por ejemplo, tanto la gestión de los campos de refugiados como de las situaciones que suceden en los lugares fronterizos, como Grecia, Serbia, Bosnia, Ceuta o Melilla, se conviertan, bajo el pretexto de los derechos humanos, en lugares de represión con una flagrante impunidad, en ese limbo discrecional que supone el binomio humanidad-seguridad que utilizan los Estados según sus intereses políticos, creando sujetos con derecho a ser “salvados” por la ayuda humanitaria y otros que no lo son, y por tanto reduciendo las vidas humanas a la “lógica de la razón humanitaria”, que dice Fassin.


Por todo esto, en un día como hoy animamos a todas las personas a que se solidaricen con todas aquellas que están en situaciones de vulnerabilidad, colaborando con sus vecinos, en sus barrios y localidades demostrando así que la solidaridad no puede ser criminalizada.


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