El 17 de octubre de 1992 se designó la jornada “Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza” por parte de la ONU. Sin embargo, fue en 1987 en París cuando se celebró por primera vez. Fue en la Plaza del Trocadero cuando unas 100.000 personas se manifestaron a favor de los Derechos Humanos y la libertad en honor a las víctimas de la pobreza, el hambre, la violencia y el miedo.
A día de hoy, 33 años después, sigue habiendo en el mundo más de 1300 millones de personas pobres, de los cuales la mitad son menores de edad.
Si reflexionamos sobre las consecuencias de la Covid19, una investigación publicada por el Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas advierte que la pandemia mundial podría incrementar la pobreza en todo el mundo hasta llegar a afectar a 500 millones de personas más, o lo que es lo mismo, a un 8% más de la población total mundial.
La pobreza, sin embargo, va más allá de la falta de ingresos económicos, se trata de un problema de derechos humanos (porque los derechos económicos, sociales y culturales también son derechos humanos reconocidos como tales) y está directamente relacionada con el acceso a las necesidades básicas: la educación, la vivienda o los servicios médicos. En España una de cada cinco personas viven bajo el umbral de la pobreza y además, es el séptimo país de los 28 países comunitarios con mayor tasa de pobreza y exclusión social.
Llegadas a este punto nos preguntamos ¿cómo afectan todos estos números a las personas que han migrado y que residen en España? ¿y en Melilla? ¿qué consecuencias tiene la exclusión social y la pobreza para una persona que acaba de llegar? ¿qué efectos genera sobre las personas en tránsito y las que habitan en las fronteras el hecho de ser rechazadas por ser pobres? ¿cómo deben sentirse las personas que llevan poco tiempo y seguramente también las que llevan mucho en nuestro país, y se percatan que no tienen los mismos derechos, o mejor dicho, los mismos privilegios que las personas autóctonas? Las preguntas podrían continuar formulándose pero las respuestas seguramente, serían complicadas de contestar.
En el día Internacional de la Erradicación de la Pobreza queremos reflexionar sobre
las trabas burocráticas, idiomáticas y digitales que existen en España y que como consecuencia perpetúan que las personas “que no tienen papeles” (papeles sí que los tienen pero no les sirven para ser reconocidos como ciudadanos y ciudadanas en España) vivan en un estado de pobreza constante, incluso muchas veces, viviendo en condiciones infrahumanas. Este estado de pobreza, si se tiene suerte, persistirá un mínimo de 3 años (tiempo dictado por la ley para poder conseguir una autorización de residencia y trabajo a través de lo conocido como “arraigo social”, eso sí, siempre cumpliendo unos excesivos requisitos) si no, puede ser que se necesiten varios años y trámites para poder regularizar su situación administrativa y de esta forma conseguir una autorización de residencia y trabajo.
Además de todas estas trabas con las que deben luchar cada día, las personas inmigrantes también tienen que combatir la aporofobia, la fobia a las personas pobres o desfavorecidas. No se rechaza a las personas por ser de otro país si no por ser pobres y no tener recursos. Recordemos la imagen de este verano cuando los primeros turistas (que también son inmigrantes pero con dinero) llegaban a las islas Baleares y eran aplaudidos por los trabajadores y trabajadoras del hotel. Si a esto le sumamos que las personas puedan ser de otros colores, de otras religiones o culturas, seguramente agregaríamos a la aporofobia, el racismo.
En los pasados meses varias organizaciones y entidades de todo el país presentaron una proposición no de ley para reclamar que todas las personas que viven en el estado español tuvieran las mismas oportunidades, derechos y privilegios. Sin embargo, se desestimó en el Congreso.
En un día como hoy invitamos a todas las personas que nos leen a meditar sobre las acciones y pensares propios, pero sobre todo en las oportunidades que se han tenido, tienen y tendrán por el simple hecho de haber nacido donde lo han hecho.
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