CUMPLIR 18 AÑOS EN MELILLA SUPONE PASAR A VIVIR EN LA CALLE Y VIVIR EN LA CALLE ES SER INVISIBLE A LA VISTA DE TODXS
Vivir en la calle es mucho más que carecer de un techo. Supera la crueldad de ver pasar los días bajo el frío o el calor y sucede a diario en las calles de Melilla a los chicos/as migrantes que cumplen 18 años y son expulsados de inmediato de los centros de menores en los que viven.
Vivir en la calle pasa por no tener intimidad, ni siquiera para ir al baño. Pasa por enfermar a la vista de todos/as e intentar sanar sin un lugar donde descansar tranquilos/as. Sin atención sanitaria a la que acudir. Sin el silencio, la calma y los cuidados que una recuperación requiere.
Vivir en la calle pasa por asumir con resignación que en cualquier momento alguien puede llevarse los pocos objetos personales que se tengan. Y que no pase nada.
Vivir en la calle sobrepasa los límites del respeto cuando, sin un domicilio al que notificar escritos oficiales, crece un agujero negro por el que ver caer derechos y más derechos: Fin a continuar formaciones ya iniciadas, a gestionar trámites legales o incluso a recibir notificaciones oficiales de cosas tan importantes como la vista de un juicio.
Exactamente esto le ha ocurrido recientemente a un joven migrante en Melilla: Adil, siendo menor, denunció un robo con violencia. El juicio quedó convocado unos meses después. Para entonces él ya era mayor de edad y como ya “no tenía derecho” a vivir en los centros de menores de Melilla, lo hacía en la calle. En dicho juicio Adil no era acusado ni testigo, sino demandante, por lo que no se activó el protocolo policial para convocarle a la cita judicial que él mismo había impulsado como víctima de un delito. Como vivía en la calle, la situación le condenó a perder su derecho a reclamar justicia. Otro derecho más.
Vivir en la calle es mucho más que la pérdida de un derecho fundamental recogido en la Constitución española. En realidad, vivir en la calle es incorporar a la propia vida la vulneración continua de otros muchos otros derechos… y cumplir 19, 20, 21 años “normalizando” esa situación, ya de por sí naturalizada en una sociedad que no se indigna ante el desamparo de estas personas.
Como señalábamos, esto es algo que sucede a diario en Melilla, donde actualmente a los chicos y chicas que cumplen la mayoría de edad se les expulsa de los Centros de Menores en los que son acogidos hasta ese momento. Sin sus trámites legales tramitados en los centros tal y como indica la ley para que puedan viajar a la península, y sin permiso de entrada en el lugar habilitado hasta ahora para ello, la “Plaza de Toros” de la ciudad, la mayoría pasan a vivir en la calle, atrapados literalmente en Melilla y sin acceso a ningún recurso habitacional de emergencia en medio de una crisis sanitaria como la que estamos viviendo.
Chicos y chicas de 18 años más un día experimentan en carne propia y con multitud de “efectos colaterales” eso que es mucho más que no tener un techo: Convertirse de repente en invisible a ojos de todxs. Con todo lo que eso supone, especialmente para las jóvenes..
Dentro de este fenómeno, las mujeres salen aún peor paradas. Ahora mismo en Melilla solo tenemos constancia de tres mujeres que viven en la calle. Sabemos que hay más y que no hay fórmula para que, una vez dentro de Melilla, salgan de la ciudad, pero no hay rastro de dónde están. Los testimonios de algunas de ellas nos hacen saber que muchas, desprotegidas e invisibles, acaban condenadas a la prostitución, a la explotación laboral u otros tipos de esclavitud.
La serie de diez capítulos, 18+1, muestra esta realidad con veracidad. Os animamos a descubrir las vivencias que muestra y a reflexionar sobre “la justicia” y la vulneración de los derechos humanos en esta parte del mundo:
Comentarios